El brazo derecho de mi padreMi padre no se dio cuenta de que apenas me había abrazado hasta que perdió el brazo derecho en un accidente laboral por el que estuvo cuarenta días hospitalizado.…………………………………………………1……………………………………………
Aquel empeño en observar lo inexistente no me facilitó ninguna conclusión,
pero sí una cantidad de extrañeza que por la noche, en la cama, intentaba
digerir inútilmente. Quería preguntar a mi madre qué habían hecho con el
brazo amputado de papá, pero una especie de instinto me decía que se
trataba de una pregunta indecorosa.Cuando mi padre volvió a casa, el vacío de su brazo quedó cubierto por la manga de sus camisas o de sus chaquetas, que a veces se movían como si tuvieran vida propia. …………………………………………………2……………………………………………
Mi madre me dijo en un aparte que debía controlar aquella forma de mirar
porque a mi padre le hacía daño. Mi padre era diestro, por lo que tuvo que
aprender a hacerlo todo de nuevo con el brazo izquierdo. Asistí, turbado, a
su proceso de aprendizaje. Llevarse una cucharada de sopa a la boca le
suponía un esfuerzo humillante y brutal.…………………………………………………3……………………………………………
Lo que mi padre llevaba peor era el recuerdo de que apenas me había
abrazado mientras había podido hacerlo. No sé en qué momento ni por
qué cayó en la cuenta de que tenía esta deuda conmigo, pero se convirtió
en una obsesión. Cuando estábamos solos, me pedía que me acercara a
él, me rodeaba el cuerpo con el brazo izquierdo y colocaba la manga
derecha de la chaqueta de tal modo que pareciera que tenía un brazo
dentro.“Me arrepiento tanto de no haberte abrazado …”, me decía al oído, mientras yo intentaba librarme de él. …………………………………………………4……………………………………………
Todavía lo estoy.De ‘Los objetos nos llaman’, de J.J. Millás |