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VOLVER A LO VIVIDO En la película ‘Luces de la ciudad’, Charles Chaplin salva a un borracho de la muerte. Al día siguiente, cuando el millonario está sobrio, no recuerda al pequeño vagabundo y sólo cuando vuelve a emborracharse le trata como a su antiguo compañero. El psicólogo Gordon Bower (1981) llama a este fenómeno “memoria dependiente del estado de ánimo”, y cita otro ejemplo, el caso de Sirhan Sirhan, el asesino de Robert Kennedy, quien no guardaba ningún recuerdo del asesinato hasta que, bajo la hipnosis, alcanzó el mismo estado frenético en el que disparó. Entonces, volvió a representar el crimen. Estos ejemplos muestran la relación entre estado de ánimo y memoria, que se puede apreciar también en situaciones menos extremas. Algunos psicólogos han ideado terapias apoyándose en esta cualidad de nuestra memoria. La terapia cognitiva de Aaron Beck, por ejemplo, trabaja con el paciente para que, en estados de depresión, trate de rememorar a modo de ejercicio recuerdos positivos. |
PINTURAS DE LA MEMORIA Franco Magnani salió de su pueblo natal de Pontito, Italia, siendo un niño. Cuando cumplió los 25 años, contrajo una enfermedad grave acompañada de delirios, y empezó a ver imágenes de su pueblo, casi como alucinaciones que se mantuvieron incluso cuando ya se había curado. Así, a partir de 1967, decidió pintar aquellas imágenes. El museo de la ciencia de San Francisco decidió exponer las conocidas como “pinturas de la memoria” junto a imágenes reales de Pontito, tomadas por la fotógrafa Susan Schwartzenberg. Mostraron que las pinturas son reproducciones casi fieles de la realidad, que manifiestan la fuerza de la memoria fotográfica para reproducir el pasado. Sin embargo, abundan las valoraciones subjetivas asociadas a los recuerdos de la infancia y la adolescencia, que por ejemplo, suelen agigantar la realidad. |
HUELE A TI El olor del pegamento, de las almendras, del tomillo en el campo, o quizá sea el del pan en el horno... Posiblemente, alguno de ellos despierte en ti un episodio de tu biografía y arrastre consigo imágenes, personas, lugares... El olor deja en nuestra memoria una huella más arraigada que cualquier otro estímulo externo -la industria perfumera lo sabe muy bien-. Albert Masó, biólogo del Departamento de Ecología de la Universidad de Barcelona, explica que el olfato “es el más antiguo de los sistemas sensoriales: el primero que aparece en la escala evolutiva de los animales. Tiene un acceso directo al cerebro (a la parte más primitiva: el paleocórtex) a través del bulbo olfatorio. Se puede decir que los receptores nerviosos de la nariz (pituitaria amarilla) son una expansión del cerebro”. En el olfato, comparado con los otros sentidos, existe una característica única: no hay distinción entre memoria a corto y largo plazo. No registras un olor y lo olvidas de inmediato, no sufre el mismo proceso que otros recuerdos. Además, el olor es lo único que no puedes evocar sin su presencia. Puedes traer a tu memoria una canción y tararear su estribillo, o rememorar la cara de tu madre, pero su olor, sólo podrás recuperarlo si vuelves a cobijarte bajo sus sábanas o recuerdas el nombre de su perfume inconfudible. |