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La llegada de Brisbane a Madrid

La llegada de Brisbane a Madrid

MADRID. – Los paparazzis iban tomando posiciones en el aeropuerto de Barajas para la llegada de la estrella. Venía desde California –en primera clase– con su manager, su cuidador del Zoo de San Diego. Una limusina azul le esperaba, junto a cinco guardias civiles y dos policías municipales, que le escoltaron a su camerino: una casa climatizada según su exigente gusto en el Zoo Aquario de Madrid.
Luces…; Cámara…; Acción...
Brisbane, el primer koala que se exhibirá de forma permanente en España, aterrizó ayer a las 8.45 horas. Se negó a firmar autógrafos pero encandiló a su público –dos docenas de periodistas frenéticos– con esas orejas peludas, esos ojos dulces y esa actitud tan tierna. Después de un vuelo de 20 horas, Brisbane, que será rebautizado con un nombre más castizo, recibió una bienvenida mejor que la que se le da a muchos actores y dignatarios.
“He llevado a koalas por todo el mundo y nunca hemos recibido este tratamiento”, dijo John Michel, su cuidador del Zoo de San Diego, el centro coordinador de la especie fuera de Australia. “¡Escolta policial! No me fastidies. ¡Deberíamos cambiar su nombre por Señor Presidente!”. Como estrellas de Hollywood, pocos koalas se instalan en Europa a causa de su régimen, más estricto que el de una modelo. Comen nada más que eucalipto, y sólo 30 de las 500 variedades de esta especie vegetal. Ni siquiera beben agua: el marsupio, cuyo nombre significa “no bebe” en el idioma de los aborígenes, saca el líquido de la planta.
Por el momento, Brisbane se recupera de su viaje. “Nadie se dio cuenta de que había un koala en la cabina”, recuerda su cuidador Michel, “hasta que el avión se llenó de olor a eucalipto”.