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La tomatina de Buñol

     improvisada de esta guerra agrícola.
 5     Al cabo de una hora, el disparo de una nueva
  carcasa indica que la fiesta llega a su fin. A partir
  de ese momento hay que aplazar los deseos de
  revancha para el año siguiente. Cuando suena la
  señal de que el juego ha terminado, la angosta
  plaza se transforma en una auténtica bañera: los
  festeros al moverse generan suaves olas de pepitas
  y tomates pisados, una sabrosa ensalada humana y
  vegetal, que en los próximos minutos
  desaparecerá a golpe de manguerazos de agua.
 6     Todo empezó en la posguerra española, cuando
1     Son las doce del mediodía del último unos jóvenes disfrutaron enormemente en el
 miércoles de agosto. Comienza el ritual almuerzo al comerse los tomates más apetecibles
 festivo. La plaza principal de Buñol, y lanzar al vecino los que estaban demasiado
 población interior de la provincia de Valencia, está maduros.Y este inocente juego entre gente que
 limpia y reluciente, repleta de gente vestida con trabajaba en el campo dio pie a este «¡Tomate va,
 prendas blancas, dispuesta a emprender una tomate viene!», que lleva camino de convertirse
 batalla no violenta en la que no hay bandos en una fiesta casi nacional.
 enfrentados. Cuando la fiesta acabe, todo – asfalto, 
 fachadas, cuerpos, farolas – estará teñido de un 
 rojo intenso. La monumental ensalada de tomates 
 y cuerpos humanos se aderezará al final con agua 
 para eliminar los rastros del estallido popular. 
2     «¡Tomate, tomate!», es el grito de batalla que 
 lanzan los participantes minutos antes de las doce. 
 Alrededor de 100.000 kilos de tomates, muy 
 maduros, almacenados en el contenedor de los 
 potentes camiones, van entrando lentamente en la 
 plaza, al tiempo que van depositando la carga 
 entre las cerca de 20.000 personas que se 
 congregan ante el Ayuntamiento. La procedencia 
 de los tomates puede ser variada pero ha de ser 
 género de saldo, porque la comisión de fiestas no 
 pretende gastar más de dos o tres millones para 
 adquirir los tradicionales dardos. 
3     La costumbre manda que cuando el tomate es 
 descargado éste sea levemente aplastado con las 
 manos antes de su uso como proyectil, con el fin 
 de que el estallido en la cabeza del vecino no se 
 convierta en un acto de violencia y hostilidad. 
 Ante todo, la fiesta debe discurrir en paz y sin 
 alimentar las bajas pasiones de las peleas 
 callejeras. 
4     La fiesta comienza con gran vigor. El disparo 
 de una carcasa¹ anuncia el principio de la batalla 
 del tomate. La gente se mueve de aquí para allá. 
 Los festeros se buscan entre sí para ver si pueden 
 sorprender a algún conocido con un agroproyectil 
 bien lanzado. Los gritos de satisfacción o de 
 sorpresa forman parte de la banda sonora de: ¡Hola!, junio de 1999

noot¹ la carcasa = de lichtkogel, de vuurpijl