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¡Qué vergüenza!

¡Qué vergüenza!
De vez en cuando me voy a una de esas tiendas
de caramelos y me compro cantidad de chuches. Pero
en una de esas ocasiones entró por la puerta el tío
que me gusta y casi me muero de vergüenza porque
yo llevaba una bolsa gigante de chuches en la mano.
Creí que él pensaría que yo parecía una foca1), pero
al final sólo me preguntó: «Vaya, te gustan las
chuches, ¿eh?» Me puse roja como un tomate…
Ana Zelinda (Torrevieja)